Anoche el británico se presentó en Teatro Caupolicán, plaza en la que echó abajo esa distancia, a ratos insoportable, que hay entre el ídolo y sus fans. Hubo abrazos, besos, high 5, fotos y más.
Cuando vas a ver a un deportista, cantante, bailarín o qué sé yo, disfrutas del espectáculo, pero siempre existe la fantasía de conocerlo, conversar, tomarte algunas fotos. Y el intérprete de éxitos como “Crazy” o “Prayer for the dying”, se bajó del escenario, cantó y copuchó con sus seguidores. No fue el clásico saludo a la bandera.
Un Seal muy distinto al que vi en sus 2 espectáculos anteriores en SCL (2008 y 2011), acompañado de un contundente número de músicos y look bien cuidado. El de anoche era el tipo que agarró lo primero que encontró en la maleta y partió a canturrear con los amigos: lo acompañaban 3 músicos.
Algo más íntimo que dejó on fire a su público. “El espectáculo no soy yo, somos nosotros”, “la energía la movemos todos”, fueron algunas de las frases que se despachó y le tiró las orejas a los amigos de las selfies (me incluyo) diciéndoles que era mejor disfrutar el rato y dejar a un lado el celular.
Fue un show armado para ultra-mega-fans, porque la mayoría de las canciones que incluyó en su repertorio fueron sus no hits. Esas canciones que, personas como yo, saben perfectamente a qué disco pertenecen y no suelen seleccionarse para los en vivo. Como “Deep water” y “Future love paradise”, ambas de su primer disco Seal de 1991. Un set list que se agradece.
Por cierto que éxitos como “Killer”, “Crazy” y “Kiss from a rose”, fueron parte del repertorio. Lo que me llamó la atención es que Seal volvió a Chile en el marco del Standards Tour, nombre de su disco de jazz y swing, pero no interpretó nada de esa producción.
¿Por qué? Sólo él y su equipo lo saben y, en honor a la verdad, esta versión del británico me acomodó mucho más. No me imaginaba escuchándolo sentada más de 5 minutos. Ese repertorio está como para un sinfónico y anoche la gente quería bailar. #SOYprueboytecuento
Fotos Miguel Fuentes - The Fan Lab.